El
indio Pedro Cochachin fue el jefe más radical de la rebelión
campesina que en Ancash desató Pedro Pablo Atusparia en marzo
de 1885. Apodado el “Uchcu Pedro”, organizó columnas guerrilleras
con las que se enfrentó heroicamente a las fuerzas represivas,
hasta ofrendar la vida en setiembre de aquel año.
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Sus orígenes
El apellido Cochachin desciende de la nobleza
regional indígena de la época colonial. Nuestro biografiado
era oriundo del poblado de Ataquero, situado en las faldas de
la Cordillera Negra. En 1778 su familia era propietaria de unas
tierras y en 1780 Luis Cochachin aparece como uno de los firmantes
del memorial que presentaron los caciques de la antigua provincia
de Huaylas al virrey solicitando la exoneración del pago de
tributos de los indios a su cargo, por la sequía y la "peste
general de virgüela" de ese año. Dos años antes estuvo de cacique
de Carhuaz Jacinto Roque Cochachin, conocido como Jacinto Atun
Cochachin. De esta familia descendía Pedro Cochachin, el Uchcu
Pedro.
El lugar de nacimiento del bravo caudillo de la segunda fase
de la sublevación indígena de 188 en Ancash, se prueba con su
partida de bautismo que se encuentra inscrita en el Libro No.
4, pagina 40 de la parroquia de San Pedro de Carhuaz, que dice:
"Que en el año del Señor de mil ochocientos treintaicinco,
en esta Santa Iglesia de San Pedro de Carhuaz a cinco de setiembre,
yo el infrascrito teniente de Cura exorcicé y puse óleo y crisma
a Pedro Selestino (sic) de tres meses, hijo legitimo de Mateo
Cochachin y Maria de la Cruz, indígenas del pueblo, a quien
bautizó el presbítero don Ilario Chávez. Fueron sus padrinos
José Sotelo y María Cueva y testigo Manuel Boza, de que doy
fe, Marcos Colonia".
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Su vida pacífica
Pedro Celestino pasó su niñez en Ataquero al
lado de sus padres y hermanos menores: Celestino, Maximiliano
y Manuel. Al quedar huérfano de padre a los once años, tuvo
que asumir la responsabilidad del hogar ayudando a su madre
en el cultivo de las tierras que tenían en ese lugar.
En su juventud fue minero al servicio de José Laguna, alternando
con el arrieraje, haciendo viajes a los pueblos de la Costa:
Casma, Quillo, Yaután, Tambo Real y otros lugares "donde adquirió
cierta preponderancia", dice Fortunato Guardia en su artículo:
"El retrato de Uchcu Pedro", publicado en la revista “Forjando
Ancash”, Nº 10.
En el Padrón de Minas de 1883, aparece inscrita una posesión
el 23 de noviembre de 1883 en el cerro de Cashma de la zona
de Uchcus de 100 x 200 metros de mineral de plata, denominado
de la Virgen del Rosario, en compañía de los mestizos del distrito
de Shupluy, el profesor Estanislao Hidalgo Alegre y Lorenzo
Giraldo. Por su testamento, del 29 de setiembre de 1885, hecho
en Casma, se sabe que poseía dos bocaminas en Carhuapampa que
producían 30 marcos por cajón y además era propietario de unas
tierras en Ataquero.
Fue casado con Lucía Castillo, con quien tuvo ocho hijos, cinco
de los cuales fueron varones: Hilario, Manuel, Mariano, Bonicio
y Apolinario y las mujeres: María, Juana y Josefa.
No solo se dedicaba al trabajo de las minas de Uchcus, sino
era administrador del fundo Uchcus del caserío de Tambra, perteneciente
a la respetable Antonia Terry de Torres, quien depositaba su
plena confianza en él porque conocía su honradez, según expresa
su hijo Manuel en carta dirigida a “El Comercio” de Lima, publicada
el 4 de febrero de 1886.
La vida de Pedro Cochachin transcurrió en un continuo bregar
en las labores del campo, las minas y el arrieraje de los productos
del fundo a Carhuaz y de minerales a Casma para su embarque
a Lima. La tradición señala que vivió en un lugar denominado
Pueblo Viejo, en las cercanías de Uchcus.
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Guerrero indomable
Un contemporáneo que le conoció el día de su
muerte, lo describe: "Pedro Cochachin, de estatura pequeña,
gordo, vestía chaqueta y pantalón azul, sombrero blanco con
una cinta roja; su aspecto y mirada son desagradables, contaba
60 años". Física-mente era fuerte y robusto, hosco y huraño,
no reía, inspiraba respeto en los suyos y temor en los enemigos.
Pedro Cochachin fue apodado "Uchcu Pedro” por haberse avecindado
en la hacienda de Uchcus del caserío de Tambra, perteneciente
al distrito de Shupluy de la provincia de Yungay.
La inclinación rebelde de Uchcu Pedro se inició cuando el clarín
de lucha contra el abuso y la imposición de la contribución
personal estremeció el Callejón de Huaylas, despertando los
cóndores dormidos de las cumbres de los Andes para plegarse
a la gran sublevación encabezada por Pedro Pab1o Atusparia y
el Dr. Manuel Mosquera.
Después de la toma de Carhuaz por los sublevados (15-3-1885),
insurgió la figura del caudillo minero-campesino, presentándonos
facetas contradictorias en la apreciación de su personalidad.
Carácter impetuoso, rebelde, de voluntad férrea y consciente
de su propio valer, jamás quiso plegarse a las fórmulas impuestas
por la sociedad urbana. Por ello, fue temido y odiado por los
mestizos de las ciudades del Callejón de Huaylas.
Tras la derrota de los rebeldes en Yungay cundió el desánimo
en las huestes rebeldes. No sólo cayó malamente herido el valiente
ex soldado Manuel Granados, que los dirigía en el combate, sino
que se dio la inesperada retirada de los huarasinos. Y la desilusión
fue completa cuando los alcaldes de las estancias de Huaraz,
encabezados por el teniente coronel de Infantería Justo C. Solís,
suscribieron un acta de su rendición incondicional, encontrándose
entre los firmantes el propio jefe de la sublevación, Pedro
Pablo Atusparia, alcalde de Marián.
Fue entonces que los minero-campesinos de la parte Norte de
la Cordillera Negra aclamaron a Uchcu Pedro como a su único
Jefe, siguiéndolo por los breñales con fe y afecto, durante
más de cuatro meses.
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La heroica resistencia
Las huestes de Uchcu Pedro fueron las que trataron
de evitar el ingreso, por la quebrada de Quillo, de las tropas
represivas del gobierno mandadas por el Prefecto Iraola y el
coronel Manuel Callirgos Quiroga, presentándoles batalla en
Quillo, ChiIla, Huachop y Punac. Carente de apoyo no les fue
posible evitar que avanzaran y la tarde el 28 de abril la ciudad
de Yungay fue ocupada por el enemigo, tras una sangrienta batalla.
Pedro Cochachin fue de los últimos en retirarse, luego que cayera
prisionero Jose Orobio y herido de muerte el capitán de la Guardia
Nacional y periodista Luis Felipe Montestruque.
Poco después Uchcu Pedro reanudó la lucha, hostilizando a las
tropas gubernamentales que marcharon a tomar la capital del
departamento. El 8 de mayo esas fuerzas ocuparon la plaza de
Huaraz, efectuando una espantosa carnicería con la gente indígena
embriagada, que celebraba la festividad del Señor de la Soledad.
A la sazón Uchcu Pedro había concentrado en Pongor más de cinco
mil indios, movilizando piquetes que de continuo presentaron
combates aislados.
El 10 de mayo envió una nota al coronel Justo C. Solís, que
estaba posicionado del lado Este de la ciudad de Huaraz, para
que por ese lado tomara la población al día siguiente, a la
una de la tarde, anunciando que a esa misma hora lo haría él
por el Oeste. Y se puso en marcha sobre la ciudad.
Según el parte oficial de las fuerzas represivas, “acometieron
en masa todas las hordas y guerrillas de la banda de Pongor
por los referidos puentes de Quilcay y Calicanto, y lo hicieron
con tal fiereza y decisión que obligaron a la avanzada que resguardaba
el segundo puente a retirarse a la planicie alta de la calle
a esperar refuerzos”. Éstos llegaron oportunamente entablándose
una porfiada lucha. En vano aguardó Uchcu Pedro la presencia
de las tropas del coronel Solís, sin embargo de lo cual prolongó
la resistencia por varias horas, hasta que se declaró su derrota,
más allá de las cinco de la tarde.
En el parte de Callirgos Quiroga se detalla la salvaje represión
que sobrevino: "... entraron a la plaza principal las fuerzas
de mi mando, orgullosas y satisfechas del deber cumplido, dejando
innumerables cadáveres de los insurrectos en Pongor como ejemplo
de su inquebrantable valor y que saben castigar a los criminales".
Añadiendo en su proclama que “los miles de cadáveres que se
hallan en las faldas de Pongor son el ejemplo y el escarmiento
de los rebeldes".
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Los que combatieron aún después
de muertos
No pudiendo resistir a las bien disciplinadas,
armadas y municionadas fuerzas represivas de las tres armas
y desilusionado por la actitud del coronel Solis, Uchcu Pedro
se retiró a la Cordillera Negra, convirtiéndola durante un tiempo
en bastión inexpugnable. Perseguido por la Guardia Urbana y
la soldadesca del batallón “Canta”, huía cuando lo creía conveniente
por los estrechos senderos abiertos por las vacas husmeando
el pasto. Su astucia era como la del zorro. Mandó colocar en
la cumbre del cerro Buena Cashma hileras de grandes piedras,
atrincherándose. Se proveyó de proyectiles en abundancia para
presentar combate a las tropas del sargento mayor Isidoro Salazar,
que fueron guiadas por Ceferino Sotelo y su piquete de “cívicos”.
Trabado el encarnizado combate y viendo caer a sus hombres
por las balas certeras del enemigo, entendió que era imposible
sostenerse por más tiempo y ordenó colocar sobre las piedras
a sus muertos, dando cara al enemigo, con lo cual originó en
ellos el desconcierto, ganando el tiempo suficiente para retirarse
ordenadamente hasta Ataquero. Esas piedras subsisten hasta el
presente, rememorando esa resistencia heroica.
Singular hecho aquel que tuvo por escenario el Cerro de Buena
Cashma, en el que muchos hombres después de muertos siguieron
peleando. Algo igual aconteció en el castillo de Atares, cuando
los ingleses atacaron La Habana; entonces el gobernador puso
a los muertos contra las murallas, para que pareciesen vivos.
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Comandante General de los Indios
A la manera de Tupac Katari, el Uchcu Pedro rechazó
dudosos requerimientos que le hizo el prefecto Iraola, y al
mando de 300 hombres de temple bravío, recorrió las zones de
Uchcus, Tambra, Ataquero y Punac, mientras que sus hijos Hilario,
Manuel Mariano, Bonicio y Apolinario lo hacian a lo largo de
la Cordillera Negra, atravesando las heladas punas de 4,000
metros sobre el nivel del mar, por los zigzagueantes y estrechos
senderos desde la punta de Callan a Macate, recolectando productos
de la tierra y ganados para la alimentación de las huestes guerrille-ras.
De vez en vez incursionaban a los pueblos del Callejón de Huaylas
y a los fundos de la Costa, asaltando correos, requisando animales,
arroz, azúcar, sal, coca, jabón, manteca y armas con el objeto
de continuar la resistencia en la agreste cordillera.
El 23 de mayo de 1885, el diario “El Campeón” de El Callao,
recogiendo rumores de ancashinos desembarcados del vapor Santa
Rosa, informó sobre la inminencia de una represión con mayores
fuerzas. En efecto, el prefecto de Ancash sólo esperaba la llegada
del comandante Guillermo Nickels con refuerzos de caballería
y las órdenes pertinentes para “emprender la persecusión de
esos reivindicadores”. Así fueron llamadas las huestes de Pedro
Cochachin porque habían tomado posesión de las tierras que fueron
arrebatadas a la Comunidad de Ecash por los mestizos de las
ciudades de Carhuaz y Huaraz.
La enorme Cordillera Negra, con la imponencia granítica de sus
cumbres, fue para Cochachin su protección y su símbolo. Y en
sus grisáceas faldas de presencia agresiva plantificó el Cuartel
General de la Comandancia General de los Indios de Ancash, poniendo
en ejecución los despachos que recibió del general Andrés Avelino
Cáceres, por intermedio del comisionado coronel Manuel Armando
Zamudio, quien ingresó al departamento a finales de ju-lio de
1885 investido como Jefe Superior Político y Militar de Ancash.
El Jefe de La Breña estuvo al tanto de los sucesos de Ancash,
simpatizando con los rebeldes, toda vez que hacían frente, como
él, al gobierno chilenófilo de Miguel Iglesias. Uchcu Pedro
fue nombrado Comandante General de los Indios de Ancash con
la aprobación de Cáceres, aunque no se dieron las condiciones
necesarias para que pudiese recibir un apoyo efectivo.
El prefecto gobiernista coronel Iraola, deseoso de aniquilar
el último reducto rebelde, planificó un ataque combinado por
diferentes puntos y simultáneamente. Para el efecto, se puso
de acuerdo con el subprefecto de Casma Aquilino Duffo y las
guardias urbanas de Caraz, Yungay y Carhuaz, que una vez movilizadas
emprendieron una brutal e indiscriminada represión, saqueando
e incendiando chozas, requisando ganados y cosechas y fusilando
sin proceso a multitud de campesinos, volcando un odio de tinte
racista come si quisiesen exterminarlos. Por ello se llegó a
hablar de una “guerra de razas”, en todo caso, desencadenada
por los represores.
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La traición
Antes de intervenir en acción conjunta con los
efectivos de las guardias urbanas de las principales ciudades
del Callejón de Huaylas, Duffó trazo en Casma un maquiavélico
plan, en colaboración con Antonio Barrera y Francisco Arteaga,
para poner fin a las correrias de Uchcu Pedro, cuyo solo nombre
infundía miedo en las poblaciones mestizas. Debería ser a traición.
Se repetiría lo acontecido con Túpac Amaru II, a quien traicionó
su compadre el mestizo Santa Cruz, en el pueblo de Langui.
Francisco Arteaga comprometió a un hijo de Judas que fue el
propio compadre de Pedro Cochachin, Damaso Rodríguez, para que
le escribiera una carta invitándolo a presentarse en Quillo
con toda su gente, para desde allí, en acción conjunta, asaltar
Casma y proveerse de las armas y municiones que tanto les hacía
falta. El compadre le ofrecía un contingente de indios igual
o mayor al que jefaturaba Uchcu Pedro, asegurando el éxito de
la expedición. Cochachin contestó esa misiva en términos muy
cariñosos, anunciando su llegada al fundo de Carhuapampa en
Quillo, para el día 28 de setiembre, a las once de la mañana,
indicando que allí acordarían el plan para atacar Casma.
Otra versión, proporcionada por su hijo Manuel, sostiene que
Uchcu Pedro fue invitado para festejar “el corte de pelo de
su ahijado”, lo que es corroborado por la tradición lugareña.
Cochachin no poseía armas ni municiones suficientes come para
tomar por asalto la ciudad de Casma que se hallaba en esos días
defendida por civiles armados en numero de 280 hombres y reforzada
con parte del batallon “Canta”. Arteaga, una vez en posesión
de la respuesta, preparó sigilosamente a una selecta tropa de
su entera confianza: 140 hombres, muchos de ellos siervos del
fundo que poseía en Carhuapampa, que le obedecían como a un
señor feudal. Arteaga armó a algunos de esos hombres con fusiles
y escopetas, situándolos dentro de todas las casas y escondrijos
de la plazoleta del villorrio de Carhuapampa, siendo una de
las casas la del indicado compadre de Uchcu Pedro.
Cochachin, ignorante de la artera celada, concurrió confiado
a la cita fatal, el lunes 28 de setiembre. Apareció en la cumbre
del cerro acompañado de una pequeña escolta compuesta por 18
hombres. El compadre lo esperó en la puerta de su casa. Reinaba
absoluto silencio en la pe-queña plaza.
Cochachin hizo su ingreso a la morada del compadre dejando a
su escolta en medio de la plazuela. Parecía repetirse la escena
de Cajamarca con Atahualpa, a punto de caer en manos de los
españoles. Entonces se hizo la señal convenida por Arteaga:
repique de campana y algazara. Los emboscados salieron de sus
escondites a la carga. La escolta de Cochachin pretendió resistir,
pero ya era muy tarde. La sorpresa fue total y cayeron abatidos
por las balas, palos y rejonazos, sucumbiendo entre ellos José
Manuel Cochachin, el menor de los hermanos de Uchcu Pedro.
Mientras tanto, en la casa del compadre se producía la prisión
del jefe rebelde, después de un tenaz forcejeo. Fue maltratado
por sus captores y al revisársele sus vestiduras se le encontró
varias comunicaciones y dos revólveres. En la noche de ese mismo
28 fue conducido por Arteaga a Casma, escoltado por 20 hombres
bien armados, para ponerlo a disposición del subprefecto Duffó,
quien cual nuevo Areche esperaba los acontecimientos para ejercer
su inicua venganza. La entrada del rebelde tuvo lugar a las
7 y 30 de la mañana del 29, seguido de un enorme gentío que
quería conocer a quien tanto los aterrorizara, al Leon de Ataquero.
Uchcu Pedro, sin que hubiera lugar a juicio alguno, fue condenado
a muerte. La orden venía del Ministro de Gobierno. Recibió los
auxilios espirituales del sacerdote Manuel Pascual Castro e
hizo su testamento ante el escribano público de Casma, Francisco
Hurtado, en presencia de testigos.
Dice un testigo de aquellos momentos trágicos: “Desde el principio
de su prisión hasta el momento de su ejecución, (Uchcu Pedro)
mostró bastante valor y no se le vio en ningún instante cobarde
al castigo que le esperaba. A cualquier pregunta con-testaba
con imperio y muchas veces con insolencia; amenazando con que
aún le quedaban 2,000 indios y cinco hijos que sabrían vengar
su sangre”. Jamás quiso rendirse, disponiéndose a morir con
altivez.
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La inmolación
Al bravo Uchcu Pedro se le puso una barra de
grillos. A las 4 y 15 de la tarde del 29 de setiembre fue vendado
y llevado de la mano al patíbulo. Diez minutos después lo pusieron
de rodillas con la cara mirando al occidente, al pie de la cruz
de las misiones. En todo momento se mantuvo “impasible como
una estatua de bronce”.
Un pelotón de soldados se situó frente a él, a solo unos pasos
de distancia. El oficial que los mandaba dio entonces la voz
de mando: “¡Listos…! ¡Apun-ten…! ¡Fuego!”. Y Uchcu Pedro cayó
abatido por el fuego de fusilería al dar las 4 y 30 de aquella
infausta tarde.
Así se inmoló el heroico Comandante General de los Guerrilleros
minero-campesinos de Ancash, apretando entre sus manos, que
antes empuñaran el fusil justiciero, un relicario de la Virgen
del Carmen, de la que durante toda su azarosa existencia fue
ferviente devoto.
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