Permítaseme
una reflexión en torno a la efemérides colombina sobre cuyo eje giran
eventos académicos como los que con todo acierto está desarrollando
el Centro de Estudios Histórico-Militares del Perú. A ello nos motiva
esta nutrida concurrencia, fundamentalmente de jóvenes, ávidos de
escuchar diversos planteamientos para asumir una posición crítica
e inteligente.
Y quiero hablar con claridad, sin medias tintas, ya que es realmente
abrumadora la magnitud que muestran los festejos que ha orquestado
España, con aprobación de los sectores oficiales de las que durante
varios siglos fueron sus colonias.
No
hay nada que celebrar
Mi posición
la vengo sosteniendo hace ya varios años, y no es personal, felizmente,
porque son varios los estudiosos de la historia del Perú que con importantes
trabajos de investigación van demoliendo la falsa historia que por
mucho tiempo tuvo entre nosotros presencia.
No hay nada que celebrar. Al contrario, hay mucho que deplorar. Occidente
instauró en América una época de tinieblas, de caos., de genocidio.
Los metales preciosos arrancados con el sudor y sangre de nuestras
poblaciones nativas evolucionaron el viejo continente hacia el capitalismo;
pero con la involución de América. con la destrucción del proceso
civilizador autónomo, perpetuándose una crisis constante, un "subdesarrollo"
que no acaba.
Y al cumplirse los 500 años de la tragedia, sólo cabe la denuncia
de lo inhumano y cruel que fue el establecimiento de la dominación
colonial, paralelo al rescate de la verdadera historia, aquella protagonizada
por nuestros antepasados en terca y heroica lucha de resistencia,
por mucho tiempo silenciada pero hoy por una gran mayoría reivindicada.
La conquista, no fue el resultado de la lucha de afortunados aventureros
contra "indios" anónimos, sino de una guerra de España contra el Perú
de los Inkas o Tawantinsuyo. Es decir un episodio más de su expansión
colonial en la parte del continente americano que presuntamente le
correspondía por el Tratado de Tordesillas. Asimismo, el éxito de
esta acción militar se debió no tanto al poder de sus armas y a la
audacia de sus hombres codiciosos de metales preciosos, sino a la
honda y compleja crisis que en este tiempo coyunturalmente afectaba
al estado imperial Inka: a sus luchas internas por la hegemonía del
poder, entre los linajes o panacas y a sus tensiones antagónicas con
los estados regionales sometidos, renuentes a integrarse a su gobierno
político y control ideológico. Esta crisis latente que se agudizó
entre 1520 a 1530, favoreció el objetivo bélico de los extranjeros
y se transformó en el detonante que precipitó la destrucción política
y militar del Perú Inka en 1572 y no en 1532 como erradamente se venía
sosteniendo
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Los
contactos iniciales
Aunque es
posible que desde 1515 los incas tuvieran noticias de las exploraciones
españolas en el golfo de Panamá y más concretamente en 1526 que se
asomaron a la bahía de San Mateo y asaltaron a una nave en el litoral
de Manabí, fue en 1528, por decir oficialmente, que los descubrieron
cuando merodeaban la costa tumbesina y un capitán Inka dialogó e intercambió
regalos con ellos . En el curso de ese año en que tomaron contacto
por primera vez la cultura andina con la europea, los españoles exploraron
la costa hasta Santa y de retorno a Panamá aceptaron llevar algunos
jóvenes tallanes y dejaron dos o tres espías para que se informaran
de la tierra. A los cuales, según se dice, el auki Atao Wallpa -incap
rantin de Waskar Inka en Quito- los habría tratado personalmente.
Por ende, la noticia de este novedoso suceso habría llegado a conocimiento
de la corte del Cusco, la capital del Tawantinsuyo .
Los años de 1529 y 1530, fueron graves y trascendentales para la historia
del Perú. El 26 de julio de 1529, el gobierno español, por la Capitulación
de Toledo, de facto declaró la guerra al Perú Inka o Tawantinsuyo
y nombró para este efecto a Francisco Pizarro por su capitán general
y gobernador, para que en su nombre conquistara ese territorio con
cargo a pagar "un quinto" de las riquezas que depredara de "cualquier
manera". Al año siguiente, en 1530, Pizarro se preparó para invadir
el Perú con capitanes y gente expe-rimentada que había dejado en la
infortunada Nicaragua una trágica estela de sangre y fuego.
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Estalla
la guerra civil
Entre tanto,
en alguno de los meses de 1529 estalló la rebelión de Atao Wallpa
contra su hermano Waskar Inka que gobernaba el imperio a la muerte
de su padre Wayna Qhapaq. Las causas reales y profundas que motivaron
la rebelión se ignoran, aunque según algunas versiones se precipitó
por la negativa de Atao Wallpa de ir al Cusco por lo que Waskar Inka
ordenó lo trajeran a esta ciudad por la fuerza de las armas.
La primera expedición para lograr ese propósito fue comandada por
el capitán Atoq, quien fue derrotado y luego muerto en Molleambato
. La segunda estuvo a cargo de Wanka Auki -hermano de ambos- y también
acabó desastradamente. Atao Wallpa lo venció en MoIleturu y ocupó
el centro administrativo de Tumi-pampa, obligándoles a sus enemigos
a retraerse al valle próximo de Kusipampa, donde permaneció -según
el cronista Cabello Valboa- por el término de "dos veranos" (1530-1531)
o "tres años" conforme relata Martín de Murúa .
Los españoles iniciaron la invasión del Perú desembarcando en la bahía
de San Mateo en febrero de 1531 y estableciéndose después en el pueblo
de Coaque, hasta mediados de setiembre de este año. Por entonces,
Atao Wallpa se hallaba entre Quito y Tumipampa, consolidando las conquistas
de los pueblos de Quijos y Yumbos mientras aguardaba una nueva reacción
de su hermano. Wanka Auki, entre tanto, tras fracasar en su intento
de someter a los Bracamoros (Pakamuros) regresaba precipitadamente
al valle de Kusipampa, tras recibir chasquis con amonestaciones de
Waskar Inka .
Aunque Atao Wallpa, desde los primeros momentos, debió conocer del
desembarco y de la tropelía de los españoles en Coaque, se dice que
tuvo noticias más detalladas por los señores principales de Pueblo
Viejo -a donde habían llegado en octubre de 1531-, que le informaron
del aspecto físico, indumentaria, armas y del género de bestias que
cabalgaban los extranjeros. Se dice que entonces, al saber que eran
pocos, no mandó gente contra ellos sino algunos espías para que observaran
sus movimientos . Pero es posible que no dividiese sus fuerzas ya
que las necesitaba juntas para repeler el sorpresivo ataque que Wanka
Auki lanzó sobre Tumipampa. Parece que este príncipe quiso mejorar
así su imagen ante Waskar Inka, luego de su desgraciada incursión
en tierra de los Bracamoros.
Paralelamente se dio el violento ataque de los isleños de Puná a los
tumbesinos, a quienes les quemaron parte del pueblo y le toma-ron
más de "seiscientos" prisioneros entre hombres y mujeres, hecho ocurridos
precisamente entre los meses de octubre y noviembre del mencionado
año .
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Los
invasores en Puná
Wanka Auki
fracasó en su intento de tomar Tumipampa y Atao Wallpa consideró llegado
el momento de emprender una implacable contraofensiva, colocando
en el mando de su ejército a sus "segundas personas" y capitanes Challku
Chima y Kiskis, los que en rápidas acciones vencieron a Wanka Auki
primero en Kusipampa y después en Qochawaylla, haciéndolo retraer
primero a Cajamar-ca y después hasta el centro administrativo de Pumpum.
Logrado ese avance, entre marzo y abril de 1532 Atao Wallpa ocupaba
el valle de Cajamarca .
Entre tanto, Pizarro salió del pueblo de Puerto Viejo en noviembre
de 1531; y a fines de este mes o primeros de diciembre, invitado por
Tomalá, señor de Puná, desembarcó en esta isla para guarecerse en
los siguientes meses de lluvia. ¿Esta invitación, habría sido parte
de algún plan de Atao Wallpa? No lo sabemos, pero llama la atención
que Tomalá conociera el lugar exacto donde habían llegado los españoles
y que un tokrikuq Inka del wamani (provincia) de Puná, Tumbes y Puerto
Viejo, por esos misdmos días, estuviera en la isla al acecho de los
acontecimientos. El propio Pizarro tuvo la sospecha de que esa invitación
fuera un ardid para ahogarlos en el mar. Pero no pasó nada y el propio
Tomalá lo acompañó para quitarle el miedo y la cautela que tenía.
La permanencia de los españoles en Puná fue azarosa . Según documentos
coetáneos, los isleños alegando la profanación de sus templos, el
robo de sus casas y el vejamen a sus mujeres, le hicieron tanta guerra
que no los dejaron en paz y hasta intentaron quemarles sus naves,
sin que pudiera amainarlos las brutales represalias que Pizarro hizo
contra ellos quemando y degollando a sus valerosos jefes con ayuda
de los tumbesinos.
Esas crueldades exaltaron más los ánimos de los hombres de Puná, que
tuvieron en jaque a Pizarro hasta que llegó en su auxilio Hernando
de Soto con 200 hombres. No quiso el jefe español proseguir en aquella
isla belicosa y decidió pasar a “tierra firme” .
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Avance
enemigo por Tumbes y Piura
A fines
de marzo o primeros días de abril de 1532, los españoles desembarcaron
en las playas de Tumbes y dominaron la heroica resistencia de sus
habitantes comandados por Chilimasa, los cuales tuvieron que convenir
en un armisticio ante la llegada de un grupo de Cañaris en favor de
los españoles y sin la esperanza de recibir auxilio militar de parte
de Atao Wallpa. En mayo de este año los españoles avanzaron hasta
el pueblo de Poechos. Probablemente en este mismo mes, Atao Wallpa
envió una fuerza de 40,000 hombres con Challku Chima y Kiskis contra
el ejército en retirada de Waskar Inca ; asimismo, destacó uno de
sus capitanes al pueblo de Poechos para informarse de la nueva gente
que había llegado. A la vez que por este mismo tiempo -según varios
testigos presenciales-, Waskar Inka reclutaba gente contra los invasores
y para defender la ciudad del Cusco del avance de las fuerzas de su
hermano Atao Wallpa .
Se sabe por varias fuentes que los jefes rebeldes, después de las
batallas de Wari, Pumpum y Yanamalca, ocuparon el valle de Jauja -probablemente
en junio de ese año- y luego de vencer a Mayta Yupanki en el paso
de Anqoyaku, tras una lucha de casi un mes, avanzaron rápida-mente
hasta los páramos de Cotapampa y llegaron a las márgenes del río Apurímac.
Según nuestros cálculos, la batalla final entre las fuerzas de Waskar
Inka y Atao Wallpa se dio en los llanos de Cotapampa en agosto de
1532 .
Según versiones peruanas y españolas, esa batalla, que inicialmente
había favorecido al bando legalista, se perdió por la temeridad e
imprudencia de Waskar Inka que por tratar de acabar personalmente
con sus enemigos cayó en una celada y fue hecho prisionero de la gente
de Atao Wallpa, terminando la lucha por el poder imperial del Tawantinsuyo
con el triunfo espectacular de las fuerzas rebeldes, que de inmediato
obligaron a los vencidos a reconocer la autoridad de Atao Wallpa,
rindiendo pleitesía a la estatua Ticsi Qhapaq que presentaba su persona
.
Los meses siguientes fueron de dolor y muerte para la gente del bando
legalista. Con la llegada de Cuxi Yupanki, el personero de Atao Wallpa,
se extremaron las represalias El cuerpo de Thupa Inka fue quemado
públicamente y muertos muchos miembros de su linaje; Wascar Inka con
su madre Mama Rawa y varios de sus hermanos fueron de inmediato enviados
presos al valle de Cajamarca .
Entre tanto, los españoles establecidos en la localidad del kuraka
Tangarará, según se dice un 15 de julio de 1532, fundaron el pueblo
de San Miguel como el primer enclave enemigo en el Perú y permanecieron
en este lugar hasta fines de setiembre de este año, esperando nuevos
refuerzos y a la expectativa de los resultados de la guerra civil
entre los Incas, ante la mirada resabiada y cautelosa de los comarcanos
víctimas impotentes de sus crueldades y codicia irrefrenable.
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La
tragedia de Cajamarca
Atao Wallpa„
no obstante estar informado de estos hechos y sentirse dueño del poder
imperial desde agosto de 1532, en lugar de enviar gente contra los
españoles para castigar sus crímenes, quizá fascinado por el poder
de sus nuevas armas y por lo que se decía de las bestias que cabalgaban,
de manera imprudente y sin percatarse de que eran la punta de lanza
de otra potencia militar, les abrió las puertas del imperio y presuntuosamente
los atrajo al valle de Cajamarca, según de dijo para allí quitarles
con seguridad sus armas y caballos, sin prestar atención a la angustiosa
advertencia de un kuraka que les previno del inminente peligro que
se cernía sobre ellos .
Fue así que Pizarro con su pequeña hueste, sus aliados cañaris y
de otras etnias, llegó hasta el tambo de Cajamarca el 15 de noviembre
de 1532. En la tarde de ese mismo día, los comisionados de Piza-rro
se presentaron ante Atao Wallpa, quien los trató con desdén y sin
tapujos les dijo que conocía de las crueldades que habían hecho a
los Tallanes. Además, a la taimada invitación que le hicieron para
cenar con ellos -con el engaño que venían como hermanos y de paso
al otro lado del mar- respondió secamente que iría a verlos al día
siguiente.
Por aquellos imponderables de la historia, los planes de Atao Wallpa
resultaron al revés. Refieren testigos presenciales que cuando se
disponía a exigir de los españoles que devolvieran en la plaza todo
lo que habían robado hasta allí, sorpresivamente lo atacaron y lo
hicieron prisionero. Titu Kusi Yupanki, criticando con sarcasmo la
imprudencia de su tío, dice que fue a Cajamarca "no con armas para
pelear, ni arneses para se defender sino con tomes (especie de cuchillo)
y lazos" para atar al "género" de las nuevas llamas que traían los
españoles. Y que, cuando él pensaba cenárselos ellos se lo almorzaron
.
De esa manera, inesperada y trágicamente, terminó la victoriosa rebelión
de Atao Wallpa, en el crepúsculo sangriento de Cajamarca, en medio
de una de las mayores matanzas que registra la historia americana.
Es importante advertir que el prendimiento de Atao Wallpa no puso
fin al imperio, menos aún significó su derrumbamiento como erradamente
se ha repetido con simplicidad, ya que ese infortunado suceso fue
nada más que el término de la rebelión de Atao Wallpa y el primer
paso para restaurar el gobierno legítimo del Tawantinsuyo.
Los hechos que siguieron a este fatídico aconteci-miento son conocidos.
Mientras los Pizarro exigían codiciosos a su regio cautivo un cuantioso
rescate prometiéndole la libertad , Waskar Inka moría asesinado -entre
la intriga y el misterio- en la localidad de Andamarca. Y en algún
lugar del Cusco un grupo de los hijos de Wayna Qhapaq elegían al joven
Manko Inka Yupanki como al nuevo señor del imperio al conocerse la
muerte del Inca.
En Cajamarca, mientras tanto, el hecho mismo que Atao Wallpa no pudiera
reunir el rescate en los dos meses que había prometido y su apremio
por enviar una expedición de pocos españoles a Pachacámac y otra a
la ciudad del Cusco con la protección de sus hermanos leales y con
garantía de su propia vida, a efecto de apurar las remesas de oro
y plata, constituyen sin duda pruebas de la acción e intrigas implacables
de sus enemigos que se habían aliado de facto con los españoles. El
posterior retorno de Hernando Pizarro a Cajamarca, la prisión de Challku
Chima, la llegada de más españoles con Diego de Almagro y la petición
del rescate a mediados de junio de 1533, tornaron dra-mática la situación
del infortunado Atao Wallpa. Finalmente, Pizarro recibió el rescate
y faltando a su palabra empeñada, lo mantuvo prisionero, al tiempo
que sus rivales con nuevas maquinaciones y falsas alarmas precipitaron
su trágico final. Así, el 26 de julio de ese año -desechado el pedido
para que lo desterraran a España-, Atao Wallpa fue condenado por Pizarro
a morir quemado vivo. Aceptó a última hora ser bautizado con el nombre
de "Francisco" y luego fue agarrotado en la plaza de Cajamarca, ante
el júbilo de la facción del bando legalista.
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El
agravamiento de la crisis interna
La inesperada
muerte o mejor dicho asesinato político de Atao Wallpa causó profundo
estupor en el imperio y provocó de inmediato un nuevo desconcierto
político entre las facciones en pugna. Mientras en el Cusco Vila Oma
y Kiskis trataban inútilmente de conciliarlos y unirlos contra el
peligro extranjero y proponían a Paullu como a un Inka de transacción;
en Cajamarca, otros hijos de Wayna Qhapaq, con Challku Chima y Tito
Yupanki, reconocieron al enfermizo auki Thupa Wallpa -hombre de la
facción legalista- como nuevo señor del imperio .
Esos fueron pues los funestos entretelones políticos que favorecieron
los planes de con-quista de los españoles. Los grupos que se disputaban
el gobierno del imperio buscaban el apoyo de los extranjeros, al tiempo
que algunos sectores regionales veían en esa lucha intestina la coyuntura
propi-cia para romper con el dominio de los Incas. Primero Thupa Wallpa
y después Manko Inka Yupanki consiguieron el apoyo militar de los
españoles para llegar al poder en 1533 y más tarde los auki Waypar,
Inqill y Paullu lo obtuvieron para luchar contra Manko Inka, como
algunos señores regionales contra el gobierno imperial. Tales hechos
constituyen evidencias que ilustran la tensa y gra-ve situación interna
que en el segundo semestre de 1533 se dio en el tambaleante Tawantinsuyo,
favoreciendo la penetración enemiga hasta la misma capital del imperio
y su afincamiento posterior en nuestro territorio
El 11 de agosto de aquel año, Thupa Wallpa salió de Cajamarca y marchó
al Cusco con más o menos 300 españoles, creyendo que con este apoyo
liquidaría a los restos ataowallpistas y afianzaría su autoridad política.
En Pumpum, los kuraka Apu Sulichac de Hatun Xauxa y Waqra Paukar de
Hurin Wanka se presentaron a Thupa Wallpa con una fuerza cercana a
los 2000 hombres, para informarle que los capitanes rebeldes Yuqra
Wallpa y Waypar, con gente de guerra, estaban en el valle de Jauja.
Según varias versiones, ante esta novedad partió contra ellos una
vanguardia inkaico-española. La hueste hispana, comandada por Hernando
de Soto, llegó al tambo de Hatun Xauxa en momentos en que unos 600
soldados ataowallpistas quemaban algunas casas y depósitos; contra
ellos trabó un recio encuentro o guazavara y los obligó a retraerse
6 u 8 leguas al sur de este famoso centro administrativo. Ocupado
el tambo de Hatun Xauxa, una nueva vanguardia partió contra los citados
capitanes rebeldes y los persiguió hasta el paso de Anqoyaku, de donde
regresó a Jauja con un cuantioso botín y numerosos prisioneros, hombres
y mujeres, que se capturaron de la rezaga de Yuqra Wallpa .
Un día no precisado de la segunda quincena de octubre de 1533, Thupa
Wallpa murió en Jauja a causa de la dolencia que sufría. Provocó ello
la consternación de Pizarro, que presumiéndose el dominus del imperio
pidió a los jefes Incas elegir un nuevo soberano. Los políticos legalistas,
sin hacer caso de esta pretensión, reconocieron de facto como a su
señor al joven Manko Inka Yupanki, nominado para gobernar el Tawantinsuyo
por un grupo de sus hermanos, inmediatamente después de muerto Waskar
Inka.
Por su parte, Challco Chima sin creer en las cínicas promesas de Pizarro,
que le ofrecía la regencia del imperio si mandaba traer de Quito al
hijo de Atao Wallpa -llamado Thupa Atauchi y no Aticoc como lo nombra
Sancho de la Hoz- y si conseguía que Kiskis depusiera las armas, se
mantuvo altivo y remitió continuos chasquis a Kiskis, exhortándolo
a continuar la guerra contra los intrusos.
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Combates
de Willka Waman y Willkakunka
Según Raúl
Porras, el 24 de octubre partió de Jauja una nueva vanguardia con
soldados legalistas -cuyo número se ignora- y 60 jinetes al mando
de Soto en seguimiento de Yuqra Wallpa. Cuatro días después, los jefes
legalistas y Pizarro, al mando de 70 hombres -40 jinetes y 30 infantes-
reiniciaron a su vez la marcha a la gran ciudad del Cusco .
La vanguardia aliada, después de una larga caminata “por fragosas
serranías, vadeando ríos cau-dalosos”, avistó –al parecer en la madrugada
del 31 de octubre o del 1 de noviembre-, el "pueblo grande" de Vilcas
(el tampu de Willka Waman), que con sorpresivo ataque ocuparon violentamente,
aprovechando que las fuerzas de Yuqra Wallpa habían salido a las cercanías,
según se afirma para hacer sus cacerías. Horas después, informado
del hecho, Yuqra Wallpa atacó a los españoles en las afueras del pueblo.
Esta batalla fue la primera que se libró entre el ejército regular
Inka y la caballería española, sangrienta acción en que se impuso
también por primera vez al coraje y heroísmo de los hombres al poder
mortífero de las nuevas armas europeas .
Mientras los españoles entraron a pelear a caballo protegidos con
corazas y morriones de acero, los soldados rebeldes se les enfrentaron
con solamente sus hondas, champis, wamanchampis y su temeridad. Los
españoles, además, tuvieron a su favor el factor numérico, ya que
fueron secundados por las tropas regulares legalistas, cuya decisiva
participación silencian maliciosamente los cronistas, para magnificar
la presentas hazañas de los cristianos. Al cabo, Yuqra Wallpa fue
vencido en esta lucha desigual y tuvo que replegarse al otro lado
del río Apurímac, tras de quemar el famoso y extenso puente que cruzaba
sobre su torrentoso caudal.
Según testigos presenciales, la vanguardia aliada, luego de reposar
algunos días en el pueblo de Vilcas, prosiguió el seguimiento de las
fuerzas rebeldes hasta el río Apurímac, vadeándolo con mucha dificultad
-por estar el puente quemado-. Y cuando ascendía la sierra de Vilcaconga
(Willkakunka), sorpresiva y violentamente fue atacado por las tropas
ataowallpistas al mando de Kiskis y Yuqra Wallpa, que se habían parapetado
en este lugar estratégico.
De acuerdo con el relato de Sancho de la Hoz, este ataque se produjo
el sábado 8 de noviembre de 1533, cuando los aliados ascendían la
abrupta cuesta de esta serranía. Dice que el encuentro fue tan recio,
que los españoles quedaron desbaratados dejando cinco muertos en el
campo de batalla y que cuando estaban a punto de ser exterminados,
la noche los libró de un trágico final, porque al amanecer del día
siguiente para sorpresa de ellos, los rebeldes se habían retirado
al Cusco.
Esa retirada, según algunos, fue motivada por la noticia de que se
aproximaba la caballería de Diego de Almagro –se menciona el toque
de un clarín-; pero Titu Kusi Yupanki afirma que quien se aproximó
fue su padre Manco Inka Yupanqui, acudiendo con gente de guerra para
salvar a los españoles. Esta última versión expli-caría el encuentro
entre Manco Inka Yupanqui y Pizarro en la cuesta misma de esta sierra
o en sus proximidades comarcanas. Encuentro en el cual, según refiere
el testigo Juan de Pancorbo, el Inka habría puesto en manos de Pizarro
a varios mensajeros de Challku Chima, apresados con mensajes que enviaba
al capitán Kiskis .
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La
funesta alianza
Poco después
en el "pueblo grande" de Xaquixaguana o Xaxaguana, cercano a la ciudad
del Cusco, Manco Inka Yupanki, imprudentemente y contra la opinión
de Vila Oma y de varios de sus capitanes, se alió con los españoles.
Por esta funesta alianza, Pizarro reconoció su autoridad política
y se comprometió a servirlo con su pequeña tropa contra el ejército
ataowallpiata que comandaba Kiskis. Según el testimonio de Luis Maza
y de sus declarantes, el jueves 13 de noviembre los flamantes aliados
se aproximaron a la ciudad del Cusco y después de vencer la resistencia
del ejército rebelde en la localidad de Paukarpata, el día viernes
que fue 14 de noviembre de 1533, Manko Inka Yupanqui con su "magnífico
aliado" -como dice R. Porras- entró triunfante en la gran ciudad del
Cusco, el hatun Ilaqta de los Incas.
Poco después Manko Inka Yupanqui, de manera oficial, tomó la borla
o mascaypacha del Tawantinsuyo, quedando así restaurado el gobierno
imperial, congraciándose con sus aliados hispanos a quienes no sólo
atendió espléndidamente, sino que recompensó con cuantiosas sumas
de oro y plata, dejando atrás el trágico y accidental suceso de Cajamarca.
En consecuencia, a la luz de la evidencia histórica debe corregirse
el viejo error de que los Pizarro y los Almagro conquistaron la ciudad
del Cusco, como falsamente trataron de establecer en sus probanzas.
La verdad es que los españoles entraron en esta urbe política y religiosa
bajo la sombra protectora del joven soberano del imperio, que los
distinguió con su amistad y munificencia, tal como declara reiteradamente
Titu Kusi Yupanqui, cuyo testimonio constituye la versión oficial
Inka de este acontecimiento histórico
Esta reconstrucción de los hechos -sumariamente expuesta- es sin duda
la más próxima a la verdad. Surge de indubitables fuentes peruanas
y del examen inverso de las versiones españolas. Ratifica con rigor
histórico que Pizarro, con su pequeña hueste y sus aliados incidentales,
llegó al valle de Cajamarca por expresa voluntad de Atao Wallpa y
posteriormente a la ciudad del Cusco por conveniencia política y militar
de Manko Inka Yupanki. En ambos casos los jefes Incas, cegados por
sus odios y rivalidades, no se percataron de los planes de conquista
que traían los españoles; y lejos estuvieron de imaginar que ellos
constituían la punta de lanza de la inexorable expansión colonial
de España, entonces el mayor y más poderoso imperio de la Europa.
Definitivamente, las lucha por el poder entre los hijos de Wayna Qhapaq,
se constituyó en el factor principal que favoreció los objetivos bélicos
de los Pizarro y Almagro. Aprovechando la profunda crisis interna,
se apoderaron del Perú Inka o Tawantinsuyu, en nombre y representación
del gobierno imperial de España.
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