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Inka
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Túpaq Amaru
República
 

EL CREPÚSCULO DE LOS INCAS
Por: Edmundo Guillén Guillén

Permítaseme una reflexión en torno a la efemérides colombina sobre cuyo eje giran eventos académicos como los que con todo acierto está desarrollando el Centro de Estudios Histórico-Militares del Perú. A ello nos motiva esta nutrida concurrencia, fundamentalmente de jóvenes, ávidos de escuchar diversos planteamientos para asumir una posición crítica e inteligente.
Y quiero hablar con claridad, sin medias tintas, ya que es realmente abrumadora la magnitud que muestran los festejos que ha orquestado España, con aprobación de los sectores oficiales de las que durante varios siglos fueron sus colonias.

No hay nada que celebrar
Mi posición la vengo sosteniendo hace ya varios años, y no es personal, felizmente, porque son varios los estudiosos de la historia del Perú que con importantes trabajos de investigación van demoliendo la falsa historia que por mucho tiempo tuvo entre nosotros presencia.
No hay nada que celebrar. Al contrario, hay mucho que deplorar. Occidente instauró en América una época de tinieblas, de caos., de genocidio. Los metales preciosos arrancados con el sudor y sangre de nuestras poblaciones nativas evolucionaron el viejo continente hacia el capitalismo; pero con la involución de América. con la destrucción del proceso civilizador autónomo, perpetuándose una crisis constante, un "subdesarrollo" que no acaba.
Y al cumplirse los 500 años de la tragedia, sólo cabe la denuncia de lo inhumano y cruel que fue el establecimiento de la dominación colonial, paralelo al rescate de la verdadera historia, aquella protagonizada por nuestros antepasados en terca y heroica lucha de resistencia, por mucho tiempo silenciada pero hoy por una gran mayoría reivindicada.
La conquista, no fue el resultado de la lucha de afortunados aventureros contra "indios" anónimos, sino de una guerra de España contra el Perú de los Inkas o Tawantinsuyo. Es decir un episodio más de su expansión colonial en la parte del continente americano que presuntamente le correspondía por el Tratado de Tordesillas. Asimismo, el éxito de esta acción militar se debió no tanto al poder de sus armas y a la audacia de sus hombres codiciosos de metales preciosos, sino a la honda y compleja crisis que en este tiempo coyunturalmente afectaba al estado imperial Inka: a sus luchas internas por la hegemonía del poder, entre los linajes o panacas y a sus tensiones antagónicas con los estados regionales sometidos, renuentes a integrarse a su gobierno político y control ideológico. Esta crisis latente que se agudizó entre 1520 a 1530, favoreció el objetivo bélico de los extranjeros y se transformó en el detonante que precipitó la destrucción política y militar del Perú Inka en 1572 y no en 1532 como erradamente se venía sosteniendo

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Los contactos iniciales
Aunque es posible que desde 1515 los incas tuvieran noticias de las exploraciones españolas en el golfo de Panamá y más concretamente en 1526 que se asomaron a la bahía de San Mateo y asaltaron a una nave en el litoral de Manabí, fue en 1528, por decir oficialmente, que los descubrieron cuando merodeaban la costa tumbesina y un capitán Inka dialogó e intercambió regalos con ellos . En el curso de ese año en que tomaron contacto por primera vez la cultura andina con la europea, los españoles exploraron la costa hasta Santa y de retorno a Panamá aceptaron llevar algunos jóvenes tallanes y dejaron dos o tres espías para que se informaran de la tierra. A los cuales, según se dice, el auki Atao Wallpa -incap rantin de Waskar Inka en Quito- los habría tratado personalmente. Por ende, la noticia de este novedoso suceso habría llegado a conocimiento de la corte del Cusco, la capital del Tawantinsuyo .
Los años de 1529 y 1530, fueron graves y trascendentales para la historia del Perú. El 26 de julio de 1529, el gobierno español, por la Capitulación de Toledo, de facto declaró la guerra al Perú Inka o Tawantinsuyo y nombró para este efecto a Francisco Pizarro por su capitán general y gobernador, para que en su nombre conquistara ese territorio con cargo a pagar "un quinto" de las riquezas que depredara de "cualquier manera". Al año siguiente, en 1530, Pizarro se preparó para invadir el Perú con capitanes y gente expe-rimentada que había dejado en la infortunada Nicaragua una trágica estela de sangre y fuego.

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Estalla la guerra civil
Entre tanto, en alguno de los meses de 1529 estalló la rebelión de Atao Wallpa contra su hermano Waskar Inka que gobernaba el imperio a la muerte de su padre Wayna Qhapaq. Las causas reales y profundas que motivaron la rebelión se ignoran, aunque según algunas versiones se precipitó por la negativa de Atao Wallpa de ir al Cusco por lo que Waskar Inka ordenó lo trajeran a esta ciudad por la fuerza de las armas.
La primera expedición para lograr ese propósito fue comandada por el capitán Atoq, quien fue derrotado y luego muerto en Molleambato . La segunda estuvo a cargo de Wanka Auki -hermano de ambos- y también acabó desastradamente. Atao Wallpa lo venció en MoIleturu y ocupó el centro administrativo de Tumi-pampa, obligándoles a sus enemigos a retraerse al valle próximo de Kusipampa, donde permaneció -según el cronista Cabello Valboa- por el término de "dos veranos" (1530-1531) o "tres años" conforme relata Martín de Murúa .
Los españoles iniciaron la invasión del Perú desembarcando en la bahía de San Mateo en febrero de 1531 y estableciéndose después en el pueblo de Coaque, hasta mediados de setiembre de este año. Por entonces, Atao Wallpa se hallaba entre Quito y Tumipampa, consolidando las conquistas de los pueblos de Quijos y Yumbos mientras aguardaba una nueva reacción de su hermano.  Wanka Auki, entre tanto, tras fracasar en su intento de someter a los Bracamoros (Pakamuros) regresaba precipitadamente al valle de Kusipampa, tras recibir chasquis con amonestaciones de Waskar Inka  .
Aunque Atao Wallpa, desde los primeros momentos, debió conocer del desembarco y de la tropelía de los españoles en Coaque, se dice que tuvo noticias más detalladas por los señores principales de Pueblo Viejo -a donde habían llegado en octubre de 1531-, que le informaron del aspecto físico, indumentaria, armas y del género de bestias que cabalgaban los extranjeros. Se dice que entonces, al saber que eran pocos, no mandó gente contra ellos sino algunos espías para que observaran sus movimientos . Pero es posible que no dividiese sus fuerzas ya que las necesitaba juntas para repeler el sorpresivo ataque que Wanka Auki lanzó sobre Tumipampa. Parece que  este príncipe quiso mejorar así su imagen ante Waskar Inka, luego de su desgraciada incursión en tierra de los Bracamoros.
Paralelamente se dio el violento ataque de los isleños de Puná a los tumbesinos, a quienes les quemaron parte del pueblo y le toma-ron más de "seiscientos" prisioneros entre hombres y mujeres, hecho ocurridos precisamente entre los meses de octubre y noviembre del mencionado año .

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Los invasores en Puná
Wanka Auki fracasó en su intento de tomar Tumipampa y Atao Wallpa consideró llegado el  momento de emprender una implacable contraofensiva, colocando en el mando de su ejército a sus "segundas personas" y capitanes Challku Chima y Kiskis, los que en rápidas acciones vencieron a Wanka Auki primero en Kusipampa y después en Qochawaylla, haciéndolo retraer primero a Cajamar-ca y después hasta el centro administrativo de Pumpum. Logrado ese avance, entre marzo y abril de 1532 Atao Wallpa ocupaba el valle de Cajamarca .
Entre tanto, Pizarro salió del pueblo de Puerto Viejo en noviembre de 1531; y a fines de este mes o primeros de diciembre, invitado por Tomalá, señor de Puná, desembarcó en esta isla para guarecerse en los siguientes meses de lluvia. ¿Esta invitación, habría sido parte de algún plan de Atao Wallpa? No lo sabemos, pero llama la atención que Tomalá conociera el lugar exacto donde habían llegado los españoles y que un tokrikuq Inka del wamani (provincia) de Puná, Tumbes y Puerto Viejo, por esos misdmos días, estuviera en la isla al acecho de los acontecimientos. El propio Pizarro tuvo la sospecha de que esa invitación fuera un ardid para ahogarlos en el mar. Pero no pasó nada y el propio Tomalá lo acompañó para quitarle el miedo y la cautela que tenía.
La permanencia de los españoles en Puná fue azarosa . Según documentos coetáneos, los isleños alegando la profanación de sus templos, el robo de sus casas y el vejamen a sus mujeres, le hicieron tanta guerra que no los dejaron en paz y hasta intentaron quemarles sus naves, sin que pudiera amainarlos las brutales represalias que Pizarro hizo contra ellos quemando y degollando a sus valerosos jefes con ayuda de los tumbesinos.
Esas crueldades exaltaron más los ánimos de los hombres de Puná, que tuvieron en jaque a Pizarro hasta que llegó en su auxilio Hernando de Soto con 200 hombres. No quiso el jefe español proseguir en aquella isla belicosa y decidió pasar a “tierra firme” .

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Avance enemigo por Tumbes y Piura
A fines de marzo o primeros días de abril de 1532, los españoles desembarcaron en las playas de Tumbes y dominaron la heroica resistencia de sus habitantes comandados por Chilimasa, los cuales tuvieron que convenir en un armisticio ante la llegada de un grupo de Cañaris en favor de los españoles y sin la esperanza de recibir auxilio militar de parte de Atao Wallpa. En mayo de este año los españoles avanzaron hasta el pueblo de Poechos. Probablemente en este mismo mes, Atao Wallpa envió una fuerza de 40,000 hombres con Challku Chima y Kiskis contra el ejército en retirada de Waskar Inca ; asimismo, destacó uno de sus capitanes al pueblo de Poechos para informarse de la nueva gente que había llegado. A la vez que por este mismo tiempo -según varios testigos presenciales-, Waskar Inka reclutaba gente contra los invasores y para defender la ciudad del Cusco del avance de las fuerzas de su hermano Atao Wallpa .
Se sabe por varias fuentes que los jefes rebeldes, después de las batallas de Wari, Pumpum y Yanamalca, ocuparon el valle de Jauja -probablemente en junio de ese año- y luego de vencer a Mayta Yupanki en el paso de Anqoyaku, tras una lucha de casi un mes, avanzaron rápida-mente hasta los páramos de Cotapampa y llegaron a las márgenes del río Apurímac. Según nuestros cálculos, la batalla final entre las fuerzas de Waskar Inka y Atao Wallpa se dio en los llanos de Cotapampa en agosto de 1532 .
Según versiones peruanas y españolas, esa batalla, que inicialmente había favorecido al bando legalista, se perdió por la temeridad e imprudencia de Waskar Inka que por tratar de acabar personalmente con sus enemigos cayó en una celada y fue hecho prisionero de la gente de Atao Wallpa, terminando la lucha por el poder imperial del Tawantinsuyo con el triunfo espectacular de las fuerzas rebeldes, que de inmediato obligaron a los vencidos a reconocer la autoridad de Atao Wallpa, rindiendo pleitesía a la estatua Ticsi Qhapaq que presentaba su persona .
Los meses siguientes fueron de dolor y muerte para la gente del bando legalista. Con la llegada de Cuxi Yupanki, el personero de Atao Wallpa, se extremaron las represalias El cuerpo de Thupa Inka fue quemado públicamente y muertos muchos miembros de su linaje; Wascar Inka con su madre Mama Rawa y varios de sus hermanos fueron de inmediato enviados presos al valle de Cajamarca .
Entre tanto, los españoles establecidos en la localidad del kuraka Tangarará, según se dice un 15 de julio de 1532, fundaron el pueblo de San Miguel como el primer enclave enemigo en el Perú y permanecieron en este lugar hasta fines de setiembre de este año, esperando nuevos refuerzos y a la expectativa de los resultados de la guerra civil entre los Incas, ante la mirada resabiada y cautelosa de los comarcanos víctimas impotentes de sus crueldades y codicia irrefrenable.

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La tragedia de Cajamarca
 
Atao Wallpa„ no obstante estar informado de estos hechos y sentirse dueño del poder imperial desde agosto de 1532, en lugar de enviar gente contra los españoles para castigar sus crímenes, quizá fascinado por el poder de sus nuevas armas y por lo que se decía de las bestias que cabalgaban, de manera imprudente y sin percatarse de que eran la punta de lanza de otra potencia militar, les abrió las puertas del imperio y presuntuosamente los atrajo al valle de Cajamarca, según de dijo para allí quitarles con seguridad sus armas y caballos, sin prestar atención a la angustiosa advertencia de un kuraka que les previno del inminente peligro que se cernía sobre ellos .
Fue así que Pizarro con su pequeña hueste, sus aliados cañaris  y de otras etnias, llegó hasta el tambo de Cajamarca el 15 de noviembre de 1532. En la tarde de ese mismo día, los comisionados de Piza-rro se presentaron ante Atao Wallpa, quien los trató con desdén y sin tapujos les dijo que conocía de las crueldades que habían hecho a los Tallanes. Además, a la taimada invitación que le hicieron para cenar con ellos -con el engaño que venían como hermanos y de paso al otro lado del mar- respondió secamente que iría a verlos al día siguiente.
Por aquellos imponderables de la historia, los planes de Atao Wallpa resultaron al revés. Refieren testigos presenciales que cuando se disponía a exigir de los españoles que devolvieran en la plaza todo lo que habían robado hasta allí, sorpresivamente lo atacaron y lo hicieron prisionero. Titu Kusi Yupanki, criticando con sarcasmo la imprudencia de su tío, dice que fue a Cajamarca "no con armas para pelear, ni arneses para se defender sino con tomes (especie de cuchillo) y lazos" para atar al "género" de las nuevas llamas que traían los españoles. Y que, cuando él pensaba cenárselos ellos se lo almorzaron .
De esa manera, inesperada y trágicamente, terminó la victoriosa rebelión de Atao Wallpa, en el crepúsculo sangriento de Cajamarca, en medio de una de las mayores matanzas que registra la historia americana. Es importante advertir que el prendimiento de Atao Wallpa no puso fin al imperio, menos aún significó su derrumbamiento como erradamente se ha repetido con simplicidad, ya que ese infortunado suceso fue nada más que el término de la rebelión de Atao Wallpa y el primer paso para restaurar el gobierno legítimo del Tawantinsuyo.
Los hechos que siguieron a este fatídico aconteci-miento son conocidos. Mientras los Pizarro exigían codiciosos a su regio cautivo un cuantioso rescate prometiéndole la libertad , Waskar Inka moría asesinado -entre la intriga y el misterio- en la localidad de Andamarca. Y en algún lugar del Cusco un grupo de los hijos de Wayna Qhapaq elegían al joven Manko Inka Yupanki como al nuevo señor del imperio al conocerse la muerte del Inca.
En Cajamarca, mientras tanto, el hecho mismo que Atao Wallpa no pudiera reunir el rescate en los dos meses que había prometido y su apremio por enviar una expedición de pocos españoles a Pachacámac y otra a la ciudad del Cusco con la protección de sus hermanos leales y con garantía de su propia vida, a efecto de apurar las remesas de oro y plata, constituyen sin duda pruebas de la acción e intrigas implacables de sus enemigos que se habían aliado de facto con los españoles. El posterior retorno de Hernando Pizarro a Cajamarca, la prisión de Challku Chima, la llegada de más españoles con Diego de Almagro y la petición del rescate a mediados de junio de 1533, tornaron dra-mática la situación del infortunado Atao Wallpa. Finalmente, Pizarro recibió el rescate y faltando a su palabra empeñada, lo mantuvo prisionero, al tiempo que sus rivales con nuevas maquinaciones y falsas alarmas precipitaron su trágico final. Así, el 26 de julio de ese año -desechado el pedido para que lo desterraran a España-, Atao Wallpa fue condenado por Pizarro a morir quemado vivo. Aceptó a última hora ser bautizado con el nombre de "Francisco" y luego fue agarrotado en la plaza de Cajamarca, ante el júbilo de la facción del bando legalista.

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El agravamiento de la crisis interna
La inesperada muerte o mejor dicho asesinato político de Atao Wallpa causó profundo estupor en el imperio y provocó de inmediato un nuevo desconcierto político entre las facciones en pugna. Mientras en el Cusco Vila Oma y Kiskis trataban inútilmente de conciliarlos y unirlos contra el peligro extranjero y proponían a Paullu como a un Inka de transacción; en Cajamarca, otros hijos de Wayna Qhapaq, con Challku Chima y Tito Yupanki, reconocieron al enfermizo auki Thupa Wallpa -hombre de la facción legalista- como nuevo señor del imperio .
Esos fueron pues los funestos entretelones políticos que favorecieron los planes de con-quista de los españoles. Los grupos que se disputaban el gobierno del imperio buscaban el apoyo de los extranjeros, al tiempo que algunos sectores regionales veían en esa lucha intestina la coyuntura propi-cia para romper con el dominio de los Incas. Primero Thupa Wallpa y después Manko Inka Yupanki consiguieron el apoyo militar de los españoles para llegar al poder en 1533 y más tarde los auki Waypar, Inqill y Paullu lo obtuvieron para luchar contra Manko Inka, como algunos señores regionales contra el gobierno imperial. Tales hechos constituyen evidencias que ilustran la tensa y gra-ve situación interna que en el segundo semestre de 1533 se dio en el tambaleante Tawantinsuyo, favoreciendo la penetración enemiga hasta la misma capital del imperio y su afincamiento posterior en nuestro territorio
El 11 de agosto de aquel año, Thupa Wallpa salió de Cajamarca y marchó al Cusco con más o menos 300 españoles, creyendo que con este apoyo liquidaría a los restos ataowallpistas y afianzaría su autoridad política. En Pumpum, los kuraka Apu Sulichac de Hatun Xauxa y Waqra Paukar de Hurin Wanka se presentaron a Thupa Wallpa con una fuerza cercana a los 2000 hombres, para informarle que los capitanes rebeldes Yuqra Wallpa y Waypar, con gente de guerra, estaban en el valle de Jauja. Según varias versiones, ante esta novedad partió contra ellos una vanguardia inkaico-española. La hueste hispana, comandada por Hernando de Soto, llegó al tambo de Hatun Xauxa en momentos en que unos 600 soldados ataowallpistas quemaban algunas casas y depósitos; contra ellos trabó un recio encuentro o guazavara y  los obligó a retraerse 6 u 8 leguas al sur de este famoso centro administrativo. Ocupado el tambo de Hatun Xauxa, una nueva vanguardia partió contra los citados capitanes rebeldes y los persiguió hasta el paso de Anqoyaku, de donde regresó a Jauja con un cuantioso botín y numerosos prisioneros, hombres y mujeres, que se capturaron de la rezaga de Yuqra Wallpa .
Un día no precisado de la segunda quincena de octubre de 1533, Thupa Wallpa murió en Jauja a causa de la dolencia que sufría. Provocó ello la consternación de Pizarro, que presumiéndose el dominus del imperio pidió a los jefes Incas elegir un nuevo soberano. Los políticos legalistas, sin hacer caso de esta pretensión, reconocieron de facto como a su señor al joven Manko Inka Yupanki, nominado para gobernar el Tawantinsuyo por un grupo de sus hermanos, inmediatamente después de muerto Waskar Inka.
Por su parte, Challco Chima sin creer en las cínicas promesas de Pizarro, que le ofrecía la regencia del imperio si mandaba traer de Quito al hijo de Atao Wallpa -llamado Thupa Atauchi y no Aticoc como lo nombra Sancho de la Hoz- y si conseguía que Kiskis depusiera las armas, se mantuvo altivo y remitió continuos chasquis a Kiskis, exhortándolo a continuar la guerra contra los intrusos.

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Combates de Willka Waman y Willkakunka
Según Raúl Porras, el 24 de octubre partió de Jauja una nueva vanguardia con soldados legalistas -cuyo número se ignora- y 60 jinetes al mando de Soto en seguimiento de Yuqra Wallpa. Cuatro días después, los jefes legalistas y Pizarro, al mando de 70 hombres -40 jinetes y 30 infantes- reiniciaron a su vez la marcha a la gran ciudad del Cusco .
La vanguardia aliada, después de una larga caminata “por fragosas serranías, vadeando ríos cau-dalosos”, avistó –al parecer en la madrugada del 31 de octubre o del 1 de noviembre-, el "pueblo grande" de Vilcas (el tampu de Willka Waman), que con sorpresivo ataque ocuparon violentamente, aprovechando que las fuerzas de Yuqra Wallpa habían salido a las cercanías, según se afirma para hacer sus cacerías. Horas después, informado del hecho, Yuqra Wallpa atacó a los españoles en las afueras del pueblo. Esta batalla fue la primera que se libró entre el ejército regular Inka y la caballería española, sangrienta acción en que se impuso también por primera vez al coraje y heroísmo de los hombres al poder mortífero de las nuevas armas europeas .
Mientras los españoles entraron a pelear a caballo protegidos con corazas y morriones de acero, los soldados rebeldes se les enfrentaron con solamente sus hondas, champis, wamanchampis y su temeridad. Los españoles, además, tuvieron a su favor el factor numérico, ya que fueron secundados por las tropas regulares legalistas, cuya decisiva participación silencian maliciosamente los cronistas, para magnificar la presentas hazañas de los cristianos. Al cabo, Yuqra Wallpa fue vencido en esta lucha desigual y tuvo que replegarse al otro lado del río Apurímac, tras de quemar el famoso y extenso puente que cruzaba sobre su torrentoso caudal.
Según testigos presenciales, la vanguardia aliada, luego de reposar algunos días en el pueblo de Vilcas, prosiguió el seguimiento de las fuerzas rebeldes hasta el río Apurímac, vadeándolo con mucha dificultad -por estar el puente quemado-. Y cuando ascendía la sierra de Vilcaconga (Willkakunka), sorpresiva y violentamente fue atacado por las tropas ataowallpistas al mando de Kiskis y Yuqra Wallpa, que se habían parapetado en este lugar estratégico.
De acuerdo con el relato de Sancho de la Hoz, este ataque se produjo el sábado 8 de noviembre de 1533, cuando los aliados ascendían la abrupta cuesta de esta serranía. Dice que el encuentro fue tan recio, que los españoles quedaron desbaratados dejando cinco muertos en el campo de batalla y que cuando estaban a punto de ser exterminados, la noche los libró de un trágico final, porque al amanecer del día siguiente para sorpresa de ellos, los rebeldes se habían retirado al Cusco.
Esa retirada, según algunos, fue motivada por la noticia de que se aproximaba la caballería de Diego de Almagro –se menciona el toque de un clarín-; pero Titu Kusi Yupanki afirma que quien se aproximó fue su padre Manco Inka Yupanqui, acudiendo con gente de  guerra para salvar a los españoles. Esta última versión expli-caría el encuentro entre Manco Inka Yupanqui y Pizarro en la cuesta misma de esta sierra o en sus proximidades comarcanas. Encuentro en el cual, según refiere el testigo Juan de Pancorbo, el Inka habría puesto en manos de Pizarro a varios mensajeros de Challku Chima, apresados con mensajes que enviaba al capitán Kiskis .

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La funesta alianza
Poco después en el "pueblo grande" de Xaquixaguana o Xaxaguana, cercano a la ciudad del Cusco, Manco Inka Yupanki, imprudentemente y contra la opinión de Vila Oma y de varios de sus capitanes, se alió con los españoles. Por esta funesta alianza, Pizarro reconoció su autoridad política y se comprometió a servirlo con su pequeña tropa contra el ejército ataowallpiata que comandaba Kiskis. Según el testimonio de Luis Maza y de sus declarantes, el jueves 13 de noviembre los flamantes aliados se aproximaron a la ciudad del Cusco y después de vencer la resistencia del ejército rebelde en la localidad de Paukarpata, el día viernes que fue 14 de noviembre de 1533, Manko Inka Yupanqui con su "magnífico aliado" -como dice R. Porras- entró triunfante en la gran ciudad del Cusco, el hatun Ilaqta de los Incas.
Poco después Manko Inka Yupanqui, de manera oficial, tomó la borla o mascaypacha del Tawantinsuyo, quedando así restaurado el gobierno imperial, congraciándose con sus aliados hispanos a quienes no sólo atendió espléndidamente, sino que recompensó con cuantiosas sumas de oro y plata, dejando atrás el trágico y accidental suceso de Cajamarca.
En consecuencia, a la luz de la evidencia histórica debe corregirse el viejo error de que los Pizarro y los Almagro conquistaron la ciudad del Cusco, como falsamente trataron de establecer en sus probanzas. La verdad es que los españoles entraron en esta urbe política y religiosa bajo la sombra protectora del joven soberano del imperio, que los distinguió con su amistad y munificencia, tal como declara reiteradamente Titu Kusi Yupanqui, cuyo testimonio constituye la versión oficial Inka de este acontecimiento histórico
Esta reconstrucción de los hechos -sumariamente expuesta- es sin duda la más próxima a la verdad. Surge de indubitables fuentes peruanas y del examen inverso de las versiones españolas. Ratifica con rigor histórico que Pizarro, con su pequeña hueste y sus aliados incidentales, llegó al valle de Cajamarca por expresa voluntad de Atao Wallpa y posteriormente a la ciudad del Cusco por conveniencia política y militar de Manko Inka Yupanki. En ambos casos los jefes Incas, cegados por sus odios y rivalidades, no se percataron de los planes de conquista que traían los españoles; y lejos estuvieron de imaginar que ellos constituían la punta de lanza de la inexorable expansión colonial de España, entonces el mayor y más poderoso imperio de la Europa.
Definitivamente, las lucha por el poder entre los hijos de Wayna Qhapaq, se constituyó en el factor principal que favoreció los objetivos bélicos de los Pizarro y Almagro. Aprovechando la profunda crisis interna, se apoderaron del Perú Inka o Tawantinsuyu, en nombre y representación del gobierno imperial de España.

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